¿Estás en el desierto? No te aflijas
Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón. Oseas 2.14
El desierto es un lugar árido donde sólo se ve sol y arena por todos lados.
Es un lugar inospito donde al ser humano se le haría difícil subsistir. Jesús fue llevado al desierto para ser tentado por Satanás.
Moisés estuvo allí para aprender unas lecciones que luego le ayudarian en su futuro ministerio. Pero una mujer fue enviada al desierto para escuchar la voz de Dios y para conocerlo. Agar, esa sierva egipcia que tenía Saraí fue enviada al desierto por Abram. Ella iba con su hijo por aquel lugar con sólo unas pocas provisiones para el camino.
Cuando escasearon y ya no tenían de dónde alimentarse dejó a su hijo para no verlo morir. Se fue muy lejos de él. Allí se encontró con el ángel de Jehová quien no sólo le indicó dónde podía saciar la sed de su hijo sino que tambien le hizo promesa.
En el momento en que su esperanza estaba perdida llegó la provisión para su vida y la de su hijo. Muchas veces somos llevados al desierto. El bullicio de nuestra vida, el trabajo, el hogar, los hijos, los problemas, incluso hasta el ministerio no nos permiten escuchar la voz de Dios. El trata de comunicarse con nosotros y estamos tan sumidos en la lucha diaria que no dedicamos el tiempo a escuchar sus instrucciones.
En esos momentos somos llevados al desierto. El Sol del problema calienta. La sed de la incertidumbre nos deshidrata. No encontramos dónde cobijarnos porque todo el mundo huye, nadie te entiende, y no te escuchan. Estás en el desierto. ¿Qué más puedes hacer? Estar quieto. No puedes ir a ningún lugar. Todo es árido. Bueno, mira al cielo. Este desierto es el lugar perfecto para encontrarte con la provisión que Dios tiene para ti.
El abre estanques donde no hay. Fluyen manantiales donde sólo había roca sólida. Allí te encuentras con tu Dios.
Cuando nadie está dispuesto a escucharte es cuando Dios te dice: Aquí estoy, dime cómo te sientes. Allí vas a escuchar la voz de quien te llevó allí. Todo sucede en nuestra vida con propósitos. Todo ayuda a bien a los que aman al Señor. Una vez Dios te saca del desierto puedes ver todo de otra manera. Puedes relacionarte mejor con tu Padre Celestial. Sales con un conocimiento mayor del amor y la provisión de tu Dios. Aprovecha al máximo tu desierto. Porque Dios te llevó allí para hacerte oír sus Palabras.
Dios te bendiga.
por: Ivelisse Chamorro Morales
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